La historia de los premios decanos de arquitectura e interiorismo europeos

En la dura posguerra española, los materiales escaseaban y los proyectos también, y el régimen imponía sus estrafalarios gustos herrerianos. Buena parte de los arquitectos racionalistas habían sido purgados o se habían exiliado. Solo existían las escuelas de arquitectura de Madrid y Barcelona, donde en cada una de ellas se licenciaban unos quince arquitectos al año.

Sin embargo, hacia 1955, un grupo de jóvenes arquitectos españoles empezó a reintroducir la arquitectura moderna y contemporánea, e hizo lo posible por aprender y ponerse al día. Recogiendo el testigo de los antiguos Premios Anuales de Edificios Artísticos del Ayuntamiento de Barcelona, que galardonaron la arquitectura y los establecimientos comerciales barceloneses entre 1899 y 1930, el Fomento de las Artes Decorativas creó, en 1958, los Premios FAD de Arquitectura e Interiorismo, impulsados por el arquitecto Oriol Bohigas. Querían reconocer los frutos de esta incipiente arquitectura contemporánea, que habría de ser tan importante en el mundo unas décadas más tarde.

Desde entonces, los Premios FAD han ido galardonando año tras año las mejores obras de la arquitectura barcelonesa, catalana e ibérica. Y lo han hecho con independencia y constancia y superando toda clase de dificultades, hasta convertirse en los premios más antiguos de Europa —y quizás del mundo— y en unos de los más prestigiosos.